jueves, 17 de julio de 2014

Talón de Aquiles, talón vulnerable


Por el talón sujetó la madre de Aquiles al héroe griego mientras era sumergido en las aguas que habrían de darle la inmortalidad, sin contar con que esa parte de su cuerpo permanecería vulnerable y acabaría nombrando el punto débil de las personas. Sin llegar al desenlace trágico de la historia mitológica del guerrero que da nombre al tendón, lo cierto es que su rotura tiene consecuencias que alcanzan tintes dramáticos en el caso de los deportistas. 

Situado en la parte posterior de la pierna, por detrás del tobillo, el tendón de Aquiles es un tejido de unos 15 centímetros que conecta el músculo de la pantorrilla con el hueso del talón, facilitando el sencillo gesto de caminar al permitirnos avanzar. Una función, fundamental para un deportista, que se puede ver menoscabada cuando aparecen las complicaciones características que afectan a este tendón: la tendinitis y la tendinosis aquileana. Mientras que la primera es un proceso inflamatorio, la tendinosis reviste una mayor gravedad al conllevar una degeneración del tejido y cursar de modo silencioso. El tendón se ve sometido a un daño, y nuestro organismo no tiene tiempo o capacidad de adaptarse y repararlo.

Sin duda, la complicación más grave surge cuando se produce la rotura del tendón, de consecuencias trascendentales en la carrera de cualquier deportista. La lesión del tendón de Aquiles es una lesión por desgaste, por lo que su rotura suele ir ligada a la veteranía del deportista y/o al excesivo uso al que se ve sometido, y aparece de forma más habitual en deportes como tenis, baloncesto, gimnasia rítmica, además de en corredores, por requerir cambios de dirección y frenazos bruscos.

Pero cualquier deportista que se someta a un excesivo o inadecuado entrenamiento puede padecer esta dramática lesión que puede llegar a truncar la carrera de un profesional, sobre todo si se produce a partir de cierta edad, o a que su trayectoria deportiva sufra un indeseado parón. En marzo de 2010 David Beckam se rompía el tendón de Aquiles en un trance que le apartó del Mundial de Suráfrica; la misma lesión el pasado mes de mayo impidió al delantero belga Christian Benteke, titular de su selección, viajar hasta Brasil y participar en el Mundial de fútbol.

lunes, 7 de julio de 2014

Pies sanos: un verano sin hongos


Piscina, playa, duchas... en verano frecuentamos agradables y húmedos ambientes en los que exponemos nuestros pies descalzos a infecciones por hongos que no siempre detectamos y tratamos a tiempo.

Cuando los hongos crecen y se desarrollan en la uña del pie, ésta suele volverse de color amarillento o marrón, desfigurándola e incluso destruyéndola, aunque en otros casos menos comunes, la uña se vuelve blancuzca. Uñas que se resquebrajan, que aumentan de grosor, que se vuelven quebradizas... algunas personas cometen el error de considerarlo una simple cuestión estética, pero se trata de un problema que no se cura sin tratamiento y que puede empeorar gradualmente. 

Todos estamos en riesgo de que las uñas de nuestros pies se contagien por hongos, aunque la estación veraniega y la edad juegan en nuestra contra. Tampoco ayuda el uso de calzado que oprima el pie, la utilización de esmaltes que impiden la transpiración, padecer diabetes o problemas circulatorios, o frecuentar ambientes húmedos. Ante la mínima duda, lo más prudente es acudir a la consulta del especialista y no dejar que transcurra el tiempo con la esperanza de que el problema desaparezca. Actualmente existen diversas formas de actuar contra la infección que dependen de cada caso concreto y del grado que haya alcanzado la invasión fúngica.

Los consejos para mantener a raya a los hongos pasan necesariamente por una correcta higiene podológica. Calzado amplio y flexible de materiales naturales, calcetines de fibras también naturales que faciliten la transpiración, pies secos durante el día y tras el baño, exfoliación cada pocos días para eliminar la piel seca, una buena hidratación en los pies con cremas a base de urea, evitar caminar descalzos en piscinas, duchas y vestuarios, y, por supuesto, la visita al podólogo, quién efectuará el correcto diagnóstico y resolverá todas nuestras dudas.